Una música para cada libro
En 1 junio, 2017 | 0 Comentarios

A Magda Maxwell la leo con el bolero de Ravel. Y a Santiago Posteguillo con Wagner, si lo conduce Lorin Maazel; el amigo Richard me pone de los nervios. Admito a Mozart con los sudamericanos. Me parecen tan pesados que necesito animar el cuerpo con las excentricidades de Amadeus. Genial también el austriaco para avanzar por  una ruta senderista de esas aburridas y castellanas.

Sabina es necesario para Pérez Reverte. Y un réquiem, el que quieran, para Stephen King. Aunque a este no lo aguanto ni con Pau Casals, que me entretiene solo sin necesidad de lectura. Al rey del terror prefiero verlo en el cine o en la tele con una novia nueva. Es obvio que Serrat es para leer a Manuel Vicent, aunque pocas veces me cogerán leyendo al de Villavieja. A Serrat siempre.

Y siempre que veo Prety Woman luego me doy una sesión de La Traviata (Dammi tu forza) y hasta de Roy Orbison. Las óperas italianas son ideales para leer libros de amor con mucho sexo (L’elixir d’Amore en versión de Pavarotti, por supuesto).

Y la Bartoli me reconcilia para leer a Zweig. Suavecita. Pero a media tarde, si tengo un rato y un Protos blanco recién abierto, me pongo a mi querida Khatia Buniatishvili, pura energía y seducción al piano, interpretando su album Kaleidoscope (mejor en Youtube que en Spoty), mientras ojeo que no leo algo de Cussler, Baldacci e incluso a Dan Brown. ¡Que tormentosa mezcla!

Por supuesto que la música la escucho con unos buenos Bose porque de lo contrario ya me hubieran echado de casa. No me dejan poner altavoces. (¡Baixa eixa música!!). Y mi sillón preferido está frente al mar, para recordarme que cuando un libro me atrapa tengo mirar las olas de vez en cuando. Dan cadencia a la lectura. La copa de vino me la dejan mientras no la rellene más de dos veces.

Y como últimamente me he aficionado al mundo que se nos viene encima recomiendo a Bauman y a Harari. Pero ahí  hay que seleccionar a tope la compañía musical. No puedes meterte a Bach mientras te dicen que en diez años todos calvos. O a Puccini, mientras te recomiendan que cambies de pareja cada cinco años porque lo del amor se lo inventó Lord Bayron. ¿Qué tal Lágrimas negras de El Cigala y Bebo Valdes? Como ven le pego a todo.

El libro marca la música; no al contrario. A veces he intentado leer a Pablo Salinas con los Rolling y no hay manera. Para Salinas es inevitable Chopín. O alguna cosa de Shubert cantada por Jonas Kaufmman. Una delicia. Incluso puedes dejar el libro y solo mirar el mar. Los Bose recogen hasta los silencios.

Pero bueno. También escucho a Luis Fonsi  y su agobiante Despacito. Solo que entonces leo las memorias de Alfonso Guerra, Cifuentes o incluso las de José Bono. Bailo mientras leo y sorbo despacito una copa de Don Simón en vaso largo con gaseosa.

 

 

 

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