MOSQUITIA
En 25 abril, 2018 | 0 Comentarios

MOSQUITIA

Peter Weir dirigió la mítica película La Costa de los Mosquitos en 1986. Basó su obra en la novela homónima de Paul Theroux. Ambas versan sobre las diversas maneras que ha tenido el ser humano de reaccionar frente a la sociedad cuando identificaba claros desajustes que la hacían malvada o injusta. Es decir: la consecución de la utopía. Y también sobre las propias perversiones que puede albergar esta. A lo largo de la película podemos encontrar una recopilación de las diferentes utopías que ha diseñado la mente humana. Utopías basadas en una nostalgia hacia el pasado, otras en un presente que encierra la utopía en sí misma pero en un lugar alejado de la sociedad corrupta y otras basadas en el futuro como único tiempo posible para albergar la sociedad utópica.

El ser humano se caracteriza por tener un anhelo cuasi-natural por la utopía. Es un motor de cambio, de idealismo e imaginación[1]. Es el ser contra el deber ser. Potencia contra acto poniendo de manifiesto las contradicciones de la realidad buscando muchas veces la purificación y pulimento de la misma. Para que esto suceda es necesario que la persona se mueva en estructuras filosóficas dualistas. Que la mente, a través de sus ideas, pueda poner en un mismo plano lo que es y lo que debería ser una determinada realidad. Luego esas ideas se plasman en un papel y se comparan y contraponen a lo que el mundo ofrece. Si de esta comparación resulta una visión incompleta, surge la utopía como crítica a lo que la realidad no es capaz de ofrecer. El siguiente paso es buscar culpables, síntomas y remedios.

 

Allie Fox es padre de cuatro hijos y trabaja como técnico de mantenimiento de hortalizas refrigeradas para un granjero en un Estado del interior de EEUU en los años 80. Su verdadera profesión es la de inventor. Es capaz de imaginar cosas útiles para el ser humano en su vida cotidiana. Es capaz de analizar la realidad, ver dónde falla y actuar en consecuencia. Él no oculta su visión del mundo. Educa a sus dos hijos para que no se dejen seducir por una sociedad corrupta que sólo apuesta por el consumo exacerbado e irresponsable. Reprocha al capitalismo ser un sistema despiadado en donde devoras o eres devorado. Donde no son posibles otras opciones. No hay libertad de elección del propio estilo de vida. Solo hay un estilo: el american way of life, caracterizado por una sociedad basura en la que todo es de usar y tirar, en la que ya sólo hay comida rápida y en la que los valores que hicieron a América “grande”[2] se han ido perdiendo ante una invasión de gente “venida de fuera”. El capitalismo no solo está podrido, sino que pudre a todo aquel que lo habita. Allie Fox cree que el nivel de corrupción en el mundo es tal que ya no hay ningún lado inocente; que ya ningún país puede pretender tener razón. Desde cierto punto de vista, la geopolítica como la disciplina más cruel que jamás haya inventado el ser humano y el imperialismo colonialista como su marco de actuación.

 

[1] Yo diría, incluso, que los avances técnicos, científicos y del conocimiento en general se deben al concepto que el hombre tiene de la utopía como forma idealista de organización social.

[2] Fox dice que ahora EEUU es un cuarto de baño donde cada cual hace sus necesidades sin importarle nada. “Sólo trabajo aquí. Esa es la actitud de la gente hoy día”.

Como podemos observar, para la gran mayoría de nosotros, Allie Fox parte de un análisis correcto desde el punto de vista crítico de la realidad. Ve problemas que todos podríamos ver incluso hoy día y que muchos de los grandes escritores utópicos vieron también hace cientos de años: La corrupción del poder nepote y clasista, la indefensión del individuo frente a leyes injustas e irracionales y la búsqueda de la felicidad (la posibilidad de otro mundo mejor y posible) como denominadores comunes en el análisis crítico de esta realidad. Ya no hay ética ni moral por parte del poder y de gran parte de la sociedad que lo acepta como algo normalizado. Esto lleva al individuo “utópico” a sentirse incomprendido por la realidad que él mismo habita y comparte. No hay solución en la reforma. Sólo la plasmación de la utopía traerá los cambios necesarios.

Es entonces cuando Allie convence a su mujer y a sus hijos para marcharse fuera de esa realidad que según él, está cerca de destruirles. El protagonista piensa que el proyecto vital perfecto puede darse en el tiempo presente pero en un lugar alejado de la corrupción del mundo que les rodea[1]. Deciden irse a un lugar remoto en la costa centroamericana: La Costa de los Mosquitos. Allí compran un pueblo llamado Jerónimo. Este pueblo es la tierra prometida. Una tierra prístina e inocente. Un páramo donde empezar de cero tal y como fueron las trece colonias americanas en el siglo XVII para los emigrantes puritanos ingleses. Los pocos habitantes del pueblo admiten el liderazgo de nuestro protagonista y se embarcan con entusiasmo en sus proyectos utópicos. “Esto es un experimento” dice Allie.

La primera expresión de la utopía con la que nos encontramos es la cientifista[2]. Esta utopía dice que el progreso y la técnica traerán la felicidad al individuo. El conocimiento positivo[3] del medio es la mejor manera para crear una sociedad justa. Dice que es labor del hombre terminar la tarea que Dios dejó incompleta en el mundo. Esa será la tarea de Allie, un visionario con una misión divina. A través del esfuerzo y del trabajo vendrá la recompensa[4]. El protagonista insiste en que él no ha venido para ser el jefe ni imponer nada[5], que todas sus decisiones son criticables pero el filme pasa por alto el importante debate, que aún está sin resolver, sobre quién es aquel que decide la posición de cada cual en la sociedad. Bajo qué preceptos se diseña una sociedad justa y quiénes la diseñan. Cómo se hace justicia a través del reparto de las tareas laborales y sociales. En definitiva, hasta qué punto se respeta la vocación de los individuos frente a las necesidades objetivas de supervivencia grupal (que hacen cavar zanjas a gente que posiblemente haya estudiado ciencias químicas[6], p. ej.). Y también quién decide quién debe mandar. Obviamente Allie es el dueño del pueblo. Lo ha comprado. Él es quien manda ya sea con poder blando o duro. A quien no le guste, tiene la puerta abierta para marcharse.

El comportamiento de Allie para con los habitantes de Jerónimo, es el mismo que tienen los que él denosta y critica en los EEUU. Tiene un concepto idealizado de la gente que vive en Jerónimo. Piensa que están aún sin corromper; que están más cerca de sus raíces y del paraíso terrenal que los habitantes del “Mundo civilizado”. En definitiva utiliza el mito del “»buen salvaje” que tanto acompañó a pensadores ilustrados en el siglo XVIII y a exploradores en el XIX[7]. Allie busca la felicidad en la simplicidad y en una vuelta a los orígenes, más puros y auténticos. En el futuro estará el pasado. Aquí cae en dos contradicciones. En primer lugar, alaba la simplicidad de la vida de los habitantes de Jerónimo[8] pero luego basa su experimento utópico en el cientifismo, en la tecnología y en traer cosas inútiles e innecesarias[9] al corazón de la selva centroamericana. En segundo lugar, hace una crítica feroz a la iglesia acusándola de usurpar la utopía en beneficio propio, de usar su nombre en vano para así manipular a las gentes hasta el punto de vaciar de contenido la palabra utopía, pero luego él ofrece el mismo tipo de paraíso terrenal[10] basado en la nostalgia por un pasado perdido y añorado[11]. Y añado que esto entra también en contradicción con la idea de utopía en tiempo presente que escritores como Moro, Bacon o Campanella preconizaban en el s. XVII[12]. De hecho, cuando Jerónimo ya era una aldea edificada, pusieron un cartel a la entrada que indicaba dPasado con una flecha apuntando hacia la salida del pueblo y Futuroe indicando la entrada al mismo. Jerónimo es el futuro, pero un futuro mezclado con la nostalgia de haber perdido la inocencia en algún momento pasado y con intentos de recuperarla junto al “buen salvaje”.

Esta utopía se construye bajo una abolición implícita de la propiedad privada. La tierra (el futuro) es para quien la trabaja. Allie sólo promete aquello que puedan construir con sus manos y se lo promete a todos por igual. Jerónimo es de todos. Todos obtendrán la recompensa por haber dedicado su tiempo a construir la aldea. Nadie cobra por su trabajo. Es un trabajo comunal y será una recompensa comunal. Esta es una ley verbalizada que habla de uso y disfrute pero no de propiedad. Allie no habla de ese tema[13] pero el episodio del juego de los niños deja muy claro que hay una prohibición implícita de la propiedad privada. En un momento de la película, los niños tienen una tarde de descanso. Los diez o catorce chavales que viven en la aldea (hijos de Allie incluidos) se van a una zona retirada de la selva a jugar. Juegan a imitar a los mayores, a crear su propio Jerónimo (que ellos llaman Acre). El hijo mayor de Allie emula el liderazgo de su padre y los demás le siguen. Pero con una pequeña diferencia: los otros niños cobran dinero (en forma de piedras) por los trabajos que llevan a cabo. No comparten el proyecto común de vivir juntos si no que unos detentan la tierra y el dinero y los otros trabajan para poder comprar luego con ese mismo dinero lo que ellos mismos han estado cultivando. Uno de los niños protesta y dice que Allie no hace las cosas así. El hijo mayor reacciona con nerviosismo y prohíbe al resto hablar de su pequeña aldea secreta. Esto deja de manifiesto que la propiedad privada en Jerónimo no es vista con buenos ojos aunque solo se haya plasmado tácitamente.

La utopía promete atractivas recompensas a la gente que se siente maltratada injustamente pero, ¿qué ocurre con quien no comparte esa idea de utopía? Me refiero por un lado a los disidentes y por otro lado a los que no respetan las utopías ajenas[14]. Aquí se ponen de manifiesto los puntos débiles de las utopías en general. En primer lugar, ¿qué hacemos con los disidentes? Allie da dos opciones: te quedas o te vas. Así de simple. Pero si te quedas, debes aceptar mis reglas y entonces quizás ya sea tarde para irte. Un ejemplo es cuando critica la debilidad de su hijo menor y le acusa de rendirse y de añorar las comodidades que tenían en América. En segundo lugar, ¿quién se encarga de garantizar la seguridad (durabilidad) en una utopía? El reverendo Spellgood, considera a Allie una amenaza para su misión. Le está quitando el monopolio de la utopía a la iglesia y además ofrece una utopía “aquí y ahora” con la que el cristianismo no puede competir (ellos ofrecen “más allá y una vez muerto[15]”). Por eso no duda en sembrar la discordia, amenazar e infundir miedos entre los habitantes más permeables de Jerónimo[16]. Podríamos decir que esta amenaza es dialéctica o ideológica. Por otro lado tenemos la amenaza física y corporal que representan los tres guerrilleros que llegan un buen día a Jerónimo. Estas personas van armadas y no respetan el modo de vida que la gente tiene en Jerónimo ni sus ideas. No hay nadie que los defienda de gente así. Allie habla mucho de la supervivencia en un medio natural hostil pero no tiene en cuenta que parte de la fauna de ese medio hostil también son los cuatreros, buscavidas, garimpeiros y guerrilleros que pululan por la selva[17]. Y ese tipo de gente sólo ve beneficios materiales en todo lo que hace. Son lo más alejado del concepto de utopía. Allie se arrepiente de no haber sido más cauto y previsor.

Es en este instante de la película cuando recibimos otra gran lección paradójica: la falta de plan defensivo[18] provoca una reacción típica de toda utopía pero que al tiempo destruye la propia utopía tanto moral como materialmente. Estamos hablando de eliminar todo lo que rompa la armonía dentro de esa concepción de utopía. Si un órgano está dañado, hay que extirparlo. Ya que no han podido prever que el enemigo físico entrase por su utópica ciudad sin muros, deben eliminarlo. Intentan deshacerse de ellos por todos los medios pacíficos a su alcance, pero resulta inútil. Al final optan por asfixiarlos con gas. Con gas procedente de la gran máquina que han construido en mitad de la selva para que fabrique hielo. Rompen con una moralidad también utópica y se amparan en el fin que justifica los medios[19] tal y como hacen los regímenes capitalistas que Allie critica. Pero los agresores, al igual que los enemigos de la utopía, mueren matando. Hacen explotar la gran máquina de hielo y el gas de amonio revienta la ciudad y contamina el río. En unas horas fatales Jerónimo desaparece del mapa y con él todos sus fundamentos éticos y morales. Es la hora de reinventar la utopía.

La segunda expresión de utopía que va a aparecer en la película es la naturalista. Allie parece haber aprendido de sus errores y oculta su tristeza con una buena dosis de optimismo: “Soy feliz porque ahora somos libres”. Jerónimo era un proyecto caduco asentado sobre bases equivocadas. Ahora comprende que no se pueden controlar todos los factores de la naturaleza; que no se puede luchar contra ella. La utopía ilustrada ha fracasado. Por eso ahora sólo usarán lo que la naturaleza les dé. No más química, no más ciudades ideales[20]. Ahora la utopía serán ellos, la propia familia y vivirán en consonancia con la naturaleza; escuchando sus dictados y acatando sus normas[21]. Allie vuelve a dar un golpe de mano cambiando las reglas y el discurso para ajustarlo a su nueva utopía. Ya no habrá comercio ni trueque. Nada de utilizar la fuerza de trabajo de otros para crear un espacio de convivencia. Pero lo que no ha cambiado es el liderazgo. Allie sigue siendo el jefe y no va a permitir disidencias en este nuevo intento de utopía. En tiempos difíciles, el autoritarismo es justificable para volver a equilibrar la balanza. Los Shogun en Japón, son un claro ejemplo de esto. La familia le ruega que vuelvan a casa en los EEUU. Allie comienza a ver enemigos y traidores por todas partes[22]. “Las cosas muertas se las lleva la corriente. La vida va contra corriente”. Este proyecto utópico autárquico no conduce a ningún lado y otra vez la naturaleza arrastrará sus ideas río abajo.

 

Cuando Allie esté boca arriba y moribundo hará un último alegato por la utopía ante su familia: “Somos animales imperfectos. No fuimos diseñados para estar de pie. Mostramos el corazón y los genitales al enemigo. Y tampoco tenemos garras ni pelo para defendernos”. En definitiva está justificando su fracaso. Un ser imperfecto en un mundo imperfecto. Somos incompetentes por naturaleza. Por eso la utopía está condenada al fracaso. “Quise ángulos rectos allí donde la naturaleza sólo me ofrecía curvas”. El hijo mayor de Allie, que es el narrador que nos cuenta esta historia, también ha sacado sus propias conclusiones. Plantea la desilusión hacia la utopía; la desconfianza que, a lo largo del s. XX, se ha generado hacia ella. Las utopías totalitarias[23], dos guerras mundiales, la revolución cubana, el estalinismo, la Guerra fría y su implacable propaganda, la utopía socialdemócrata europea con la primavera de Praga y el mayo francés son ejemplos de ello. “Una vez creí en mi padre y el mundo me pareció pequeño y viejo. Ahora que se ha ido, ya no tengo miedo de no quererle nunca más (de traicionarle) y el mundo me parece no tener límites.”

¿Y ahora qué nos queda de la utopía? ¿El ser humano ha dejado de ser utópico? ¿Somos fieles a alguna idea? ¿Nos debería preocupar el futuro de la utopía o la utopía como alternativa de futuro? Si antes, algo utópico era algo bueno pero difícil de conseguir, parece que hoy día algo utópico es algo bueno pero imposible de conseguir. Pocos están dispuestos a poner la mano en el fuego por una utopía social, precisamente cuando más se necesita. Los grandes planes e ideas de organización social no tienen muy buena prensa. Suenan más a dictaduras de ciencia ficción tipo THX1138[24] o Logan´s run[25]. Sin embargo, la utopía sí está presente en todos y cada uno de nosotros. Esto me hace volver a pensar en la predisposición cuasi-natural que tenemos hacia la utopía. Solo que esta vez le damos un contenido diferente. Por oposición a la utopía social totalizadora, tenemos la utopía individualista fuertemente marcada por todo el devenir histórico de experiencias utópicas y un rechazo casi de plano a aceptar “dudosas herencias”. Ante la desconfianza hacia el otro, hacia el poder y hacia las formas de organización social que mermen las libertades, el ciudadano occidental ha derivado hacia unas posiciones alejadas de los grandes proyectos sociales. Ahora la utopía la conforman él y su entorno más inmediato. No hay responsables sociales, sólo sentimentales. Las relaciones no son explícitamente de poder. Se asemejan más a redes sociales complejas que a estructuras piramidales orgánicamente definidas. No hay extirpaciones ni cribas posibles. No hay contratos que obliguen a nada. No hay mermas marcadas en los niveles de libertad. En definitiva: nadie te manda. Caminas hasta donde quieres y no tienes el peso moral de llevar a buen puerto tu propia utopía. Como la utopía ya ha muerto, nadie puede exigirte que la respetes y veles por su memoria. Así, uno se comporta utópicamente con la “gente a la que quiere” pero con nadie más. Con el resto, tolerancia, distancia y rectitud. Como diría IKEA: “bienvenido a la república independiente de tu casa”. Y siendo sinceros, esta utopía doméstica y atomizada es perfecta para el sistema en el poder. Entre individuos divididos, ellos siempre tienen las de ganar a cambio de este burdo espejismo de utopía “IKEA”. Si no realizas tu visión social de utopía, otros plasmarán la suya. Valga como ejemplo la utopía social mayoritaria hoy en día: La neoliberalista. Otros anhelos parecen desactivados, prostituidos, mermados, pues si a Tomás Moro le bastó con una isla perdida, nosotros nos conformamos con la ilusión de una casa lowcost y un bar donde desahogarnos con los amigos. Todo esto explica en gran medida por qué tenemos esta fofa reacción ante las injusticias que presenciamos día a día. Hay una utopía imperante y no es la nuestra.

Gabriel Barrios Martín

[1] Aquí se refiere al sistema capitalista y a la mano del hombre occidental de raza blanca. Sin embargo, no hace referencia alguna a que él mismo comparte los mismos valores e imaginarios colectivos que critica de manera tan vehemente.

[2] En términos históricos esta utopía se llama ilustrada, donde los valores de progreso (superioridad del hombre blanco), civilización e iluminación de la razón son los dioses a seguir. Allie dirá “El hielo es civilización. Yo voy a traer hielo”.

[3] Ius-positivismo frente a Ius-naturalismo. Es decir, las leyes del hombre (como diría Tomás Moro) frente a las leyes naturales (que defendería Platón en su concepto de sociedad ideal).

[4] Pensamiento protestante, luterano y mercantilista.

[5] Él va a trabajar como el que más y, de hecho, predica con el ejemplo como harían figuras tales como Jesucristo o el “Che” Guevara.

[6] El mismo Allie hace referencia a que los conocimientos de supervivencia en un medio natural adverso es lo que va a salvarnos del desastre nuclear y no los estudios universitarios. Platón decía que el poder debía estar en manos de los más sabios, no de los que viven del trabajo de sus manos.

[7] El imperialismo colonialista será un claro exponente de esto.

[8] En un momento dado hace una apología de que esa gente no tira nada; todo tiene uso y provecho, no como en los EEUU.

[9] Lo que en términos de mercado se llamaría “crear demanda”; generar una expectativa de consumo innecesario.

[10] Con vuelta a los orígenes de todo buen salvaje.

[11] Cualquier tiempo pasado fue mejor.

[12] Comparo la utopía de Allie con la de estos autores porque ellos también diseñaban utopías basadas en islas remotas o lugares lejanos donde el orden social era utópico pero siempre se desarrollaban en tiempo presente.

[13] Seguramente porque la película es norteamericana y eso no se vería con buenos ojos en plena guerra fría contra la URSS. No es de patriotas abolir la propiedad privada.

[14] Los primeros sufren la utopía y los segundos hacen sufrir a la utopía.

[15] Un poco tarde para utopías.

[16] Que curiosamente son los más viejos, cansados de trabajar “aquí y ahora” y más cercanos a la utopía del “allí y muerto”. Ya van pensando en sus almas.

[17] Quizás Allie tenga una sobredosis de utopía que le impide ver los peligros a los que se enfrenta en ese “bucólico” medio hostil.

[18] Marx decía que el comunismo sólo era factible a nivel mundial y no en países aislados debido a la debilidad intrínseca del sistema socialista y a la voracidad implacable del capitalismo.

[19] Allie dirá: “nadie inteligente debería aguantar la opresión en este mundo”. Reivindica el derecho a defenderse, a defender la utopía. También dirá a su hijo mayor antes de matar a los guerrilleros: “no tengas pena por este insecto. No es su sangre la que ves, hijo mío, es la mía”.

[20] “Si está en un mapa no puedo usarlo”. Dirá Allie.

[21] Robinson Crusoe, falansterios y comunidades “hippies”.

[22] Su propia familia, sus antiguos apoyos en la aldea, el reverendo Spellgood, etc.

[23] Nazismo y fascismos.

[24] Dirigida por George Lucas en 1971.

[25] Dirigida por Michael Anderson en 1976.

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