La mujer que nalguea…
En 9 mayo, 2017 | 0 Comentarios

Julio Llamazares no me gusta. A fuerza de ser políticamente correcto tengo que decir que me parece un tanto remanido. Pero hace unos días, entre Mointagne y Marcial la Fuente Estefanía, recuperé un libro suyo editado en 1996 por Biblioteca de Bolsillo. El entierro de Genarín me deslumbró, me cautivó y me hizo utilizar el Staedtler de mina gruesa de forma permanente.

Pasa esto muchas veces. Lees un libro en un momento determinado y en la página 50 lo entierras en el último estante de tu librería. Y cuando pasan los años lo recuperas y te parece una maravilla. Me pasó con El Coixinet de Vicente Andrés Estellés,  (editado en 1988). Entonces me pareció superficial y cuando lo repesqué hace unos años me pareció una obra sublime de la literatura erótica. Brofeg como era él, ese paseo del coixinet por las camas de medio pueblo para que las recién casadas se queden preñadas resulta de verdad un hallazgo.

Recupero pues a Genarín de Llamazares como una concesión a los libros almacenados y me sumerjo en su magnífica utilización del lenguaje y del relato. Genarín es un personaje de León, pellejero, borrachín de orujo y dotado de gran personalidad, que es atropellado cuando meaba al borde una carretera. Sus amigos, convertidos en evangelistas de su obra, pasan a recordar los milagros del Santo Apostol del orujo. Y alrededor de este argumento Llamazares desarrolla un relato cautivador, que fotografía las calles de León y las procesiones de los Evangelistas de Genarín cantando sus glorias.

Me encantan las concesiones eróticas que Llamazares hace a las poesías de Genarín:

“Toda mujer que, al andar, nalguea

va dejando entrever lo que desea”

  O este otro:

“ Cuando una mujer te diga : ¡Ay, no me la metas!,

puedes ir desabrochando la bragueta”

Las casas de putas en León deberían hacerle un homenaje a Llamazares, cuando en su descripción convida a visitarlas. La Santa Cofradía de Nuestro padre Genarín hacía apostolado precisamente el día de Jueves Santo por estos burdeles. Sublime la herejía.

Y es que la literatura erótica en España tiene mala prensa porque se cree que es puramente sexo. Las millonarias ventas de Megan Maxwell o 50 sombras de Grey han levantado un imperio y han hundido las sensibilidades. Las cosas hay que decirlas sin explicarlas, como hacía Genarín en sus poemas ripiosos.

O como hace Estelles en El Coixinet. O como el sublime libro de cuentos Elogio de la Madrastra que Vargas Llosa dedicó a Berlanga. ¡Que delicia de descripción de una grupa femenina. “El mejor culo del mundo”, que dice don Mario. Ideal para cogerlo desde atrás por los bordes de las caderas, según el relato.

Ah! ¿Y con qué compartir las poesías eróticas de Genarín? Siempre, por supuesto, cerca de una mujer. Unos le añadirían una burbujas con hielo. Grave error. La burbuja del champagne se deshace antes del primer repaso de lengua. Mejor un Malvasía de Lanzarote. Blanco. Bermejo es la marca. Un poco dulzón, pero como dice Vargas Llosa hay que compensar los sabores amargos de la feliz cueva. Capítulo, trago y a continuar con la espeleología.

 

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